¡Que todavía no lo he mirado!
Mientras no lo miré albergo algo de esperanza.
En una ocasión eché dos columnas en la primitiva, se me averió el coche un mediodía de mucho calor, cuando después de que la grúa me dejó en un lejano políngano me fui a comer a un bar de obreros. Yo sudaba como un pollo en el horno, me senté, papeé un poco, me tomé la primera cerveza (hace años) y la tele va y dice: el premio ha caído en Sevilla a alguien que sólo juega dos columnas.
Seguí comiendo, tranquilamente, me tomé la segunda cerveza y cogí un taxi para irme a casa.
Llegué a casa, me duché, me senté y consulté, por fin, la primi, me quedé tranquilo, no me tocó.
Cuanto toca una cosa de estas cambia la vida. ¿Merece la pena?