Ya huele a Navidad.
Es una fiesta para creyentes, pero es como el Camino de Santiago, si no lo eres, observa y vive como si lo fueras, porque el compañerismo entre desconocidos y conocidos, ayudarse y compartir hasta los alimentos debería ser común hasta en los ateos.
En estos duros tiempos ya es difícil creer en muchas cosas pero, sin perder la ilusión, hay que dar un voto de confianza, por si existieran.
La lluvia me gusta porque en mi infancia propiciaba el contacto familiar. Era una época en la que los paraguas eran un artículo de lujo y los impermeables era algo prohibitivo. Sería eso por lo que me gustaba jugar bajo la lluvia.
El frío lo relaciono con la Navidad, los Reyes Magos, aunque ya no tengamos ni mula ni buey, y la familia.
En una ocasión deseé Feliz Navidad a un miembro de una religión que no creía en la Navidad y lo tomó a mal.
Le pregunté que si utilizaba la palabra ojalá (invocación a Alá), y me dijo que sí, entonces le indiqué que con el mismo derecho yo utilizaba la expresión Feliz Navidad, como una invocación por la que deseo lo mejor en el plano social e incluso el de los regalos.
Paz, lluvia, frío, castañas asadas, pastelitos, regalos, compañía, afecto, cariño, amor, eso mismo: feliznavidá, como ojalá.
Este año no tengo ningún "reymago" que se acuerde de mí. La crisis.