Hace un mes, más o menos, un joven de Túnez salió, como todos los días a montar su kiosko de frutas para poder alimentar, con las pocas ganancias, a su familia. La policía le destrozó todo el tenderete como muestra de la tiranía del momento.
El joven, titulado en Informática, pero en el gran paro juvenil, se quemó a lo bonzo. Medida que no tenía que hacer pero sus desesperación fue tan gran que prefirió quitarse la vida para protestar de la forma más fuerte que podía. Fue una loca acción, condenable y nada recomendable.
Pero a los pocos día el dictador reinante fue a visitarlo al hospital y pocos días más tuvo que huir, el dictador, del país y ahora se encuentra en caza y captura. Su esposa, llamada la Emperatriz de Cartago, tenía montada una mafia familiar que engullía todas las riquezas. Famoso fue su desencuentro con la viuda de Arafat, a la que le robó todo y la expulsó del país.
En protesta por la muerte del joven informático se atacaron todas las webs gubernamentales por los hackers internacionales y se colapsó el país.
Se ha depuesto al gobierno dictador y se está constituyendo otro con soluciones para instaurar la democracia.
El fenómeno democrático se ha instaurado en Egipto, y el pueblo soberano lucha sin armas por hacer brotar a la democracia.
Siria, Yemen, Arabia Saudí, etc, se están viendo envueltos en parecidos movimientos. La policía apoya, a duras penas, a la población y el ejército vela porque no haya pillaje.
Estoy por asegurar que ya Túnez ha iniciado un proceso irreversible hacia la libertad y Egipto está en el mismo camino.
Cuando un gobierno lleva a la desesperación a sus ciudadanos cualquier injusticia puede provocar una revolución.
Es lamentable el derramamiento de sangre pero la historia siempre ha sido regada con tan preciado elemento.
Hace años oí que la historia del hombre es la historia del soldado. Lo escuché en un noticiario en tiempo del último dictador que tuvo España, que demasiados años duró el gachón.